#PsicologíaLaboral #HabilidadesSociales #ExitoPersonal #Tabú
9 de marzo de 2025 - por Omar CJx
¿Alguna vez te has preguntado por qué algunas personas parecen tener un "algo" especial, un imán que atrae oportunidades y conexiones, incluso sin ser las más inteligentes o las más trabajadoras? La respuesta podría estar en algo llamado 'capital erótico'.
El viernes pasado, charlando con una amiga, psicóloga y excelente selectora de personal, mientras disfrutábamos unas merecidas cervezas después de una larga semana, tratando temas relacionados al proceso de reclutamiento, surgió un tema que me pareció interesante y que quiero compartir.
Sucede que estuve leyendo un libro llamado "Capital erótico: el poder de fascinar a los demás" de Catherine Hakim. La premisa central del libro es que, además de los ya conocidos capitales económico, cultural y social, existe un cuarto activo personal: la capacidad de generar fascinación en los otros. Mi amiga, con su ojo clínico, enseguida captó lo que me había parecido tan revelador.
Una de las cosas que más resonó en nuestra conversación fue lo poco tratado que sigue siendo este tema. ¿Cuántas veces hablamos abiertamente de cómo nuestro atractivo personal o nuestras habilidades sociales influyen en nuestras oportunidades, ya sea en el trabajo o en la vida social? La verdad es que no mucho. Hakim señala precisamente esto: que a pesar de su evidente impacto, el capital erótico ha sido históricamente silenciado y hasta despreciado.
Según el libro, esta reticencia viene de varios frentes. Por un lado, una desaprobación moral histórica hacia quienes parecen usar su atractivo para avanzar. El patriarcado, menciona Hakim, incluso se ha encargado de ocultar el valor del capital erótico femenino bajo una capa de moralidad. Incluso, y esto resulta provocador, la autora nos dice que ciertas corrientes del feminismo han contribuido a denigrar la belleza y el atractivo sexual femenino, en lugar de verlo como una posible herramienta de poder. En nuestra charla con mi amiga, coincidimos en que a veces existe esta incomodidad occidental con reconocer abiertamente las ventajas que puede brindar el atractivo.
Pero aquí viene lo interesante. Quizás el capital erótico no es algo que degrada, sino una herramienta poderosa y potencialmente igualadora. La clave estaría no en negarlo o avergonzarse de él, sino en "blanquear" el concepto, es decir, reconocer su valor legítimo sin caer en la sobrevaloración ni en la falsedad.
No se trata de ser falsos ni de fomentar una superficialidad tóxica. Más bien, se trata de ser honestos sobre cómo el atractivo físico, la sociabilidad, el encanto personal y nuestra forma de presentarnos son activos reales que influyen en nuestras interacciones y oportunidades, incluyendo el ámbito profesional. Tal como valoramos la educación o los contactos, ¿por qué no reconocer también la influencia de estas otras cualidades?
En nuestra conversación, estuvimos de acuerdo en que una buena presencia, habilidades sociales desarrolladas y la capacidad de conectar genuinamente con los demás son valiosas. Esto no quiere decir que deban ser los únicos factores importantes, ni que deban superar la competencia y la preparación. Pero ignorar su existencia sería ingenuo. Hakim incluso sugiere que deberíamos considerar el aumento de productividad que las personas con un alto capital erótico pueden ofrecer en ciertos trabajos, principalmente los asociados a la venta de productos y servicios en diversos ámbitos.
En fin, "Capital erótico" me dejó pensando en la necesidad de dejar de lado las sombras que rodean este tema. Valorar el capital erótico como un activo personal legítimo, que puede ser desarrollado y utilizado de manera consciente y estratégica, me parece una perspectiva interesante y digna de compartir, aunque quizás su tratamiento siga siendo un tabú durante un tiempo más.